Evaluación Formativa vs. Sumativa

Un plan de evaluación eficaz debe responder a preguntas cruciales: ¿estamos midiendo el aprendizaje o solo el esfuerzo? ¿Nuestras pruebas son herramientas de práctica y ensayo o veredictos finales que deciden la aprobación de un curso? Esta distinción, clave para el uso de evaluaciones formativas y sumativas, a menudo se desvirtúa en la práctica docente, generando sistemas de calificación que no reflejan con fidelidad el dominio real de los estudiantes. Para abordar este desafío, a continuación se desglosarán las funciones específicas de cada tipo de evaluación y se presentará un modelo con tres principios para diseñar un plan evaluativo coherente que fomente el aprendizaje y lo certifique con validez.

Las Evaluaciones Formativas: El Motor del Aprendizaje

Las evaluaciones formativas son aquellas cuyo objetivo fundamental es apoyar el proceso de enseñanza y aprendizaje; de ahí el término «formativas». Su propósito no es calificar para aprobar o reprobar, sino guiar. Por esta razón, la característica principal de estas evaluaciones es la retroalimentación.

Lo que el estudiante debe recibir por parte del docente en una evaluación formativa es una retroalimentación detallada que le ayude a comprender las ideas, conceptos y teorías evaluadas. Un ejemplo clásico de evaluación formativa es la entrega de un borrador de un proyecto. El docente lo revisa y ofrece comentarios detallados para que el estudiante lo mejore, sin que esta primera entrega tenga un peso significativo en la calificación del proyecto en su forma final.

Las Evaluaciones Sumativas: El Sello de Certificación

Las evaluaciones sumativas son el instrumento diseñado para medir y certificar el aprendizaje consolidado de los estudiantes. Se aplican al concluir una unidad, un período académico o un curso completo, y su valoración se expresa en una calificación que funciona como un veredicto del desempeño alcanzado. El conjunto de estas calificaciones constituye el componente principal que determina la aprobación final de la asignatura.

Contrario a una concepción extendida, el carácter de una evaluación sumativa reside en su objetivo certificador, no en su formato. Esto permite una gran flexibilidad en su diseño, que debe ser congruente con la naturaleza de la asignatura. Por ejemplo, en un contexto de laboratorio, una evaluación sumativa idónea no sería una prueba escrita, sino una práctica calificada. Dicha práctica permitiría valorar tanto la ejecución procedimental del estudiante (mediante una lista de cotejo) como su capacidad de análisis en el informe resultante (utilizando una rúbrica).

De manera similar, en asignaturas prácticas como los talleres, el formato debe alinearse con las competencias a evaluar. En un taller de diseño de modas, la evaluación sumativa natural consistiría en la creación de una prenda específica, cuya calificación se derivaría de valorarla contra criterios preestablecidos. En este contexto, una prueba escrita sería inadecuada para medir la competencia de diseño, aunque sí podría ser pertinente como una evaluación sumativa distinta para verificar el dominio de conocimientos teóricos, como la historia de la moda o las propiedades de los materiales.

En síntesis, cualquier actividad evaluativa, independientemente de su formato, se clasifica como sumativa cuando está diseñada con el propósito explícito de verificar que el estudiante ha alcanzado el nivel de desempeño requerido.

CaracterísticaEvaluación FormativaEvaluación Sumativa
Objetivo PrincipalMejorar y guiar el proceso de aprendizaje.Medir y certificar el aprendizaje logrado.
¿Cuándo se aplica?Durante todo el proceso de enseñanza.Al final de una o varias unidades, período de tiempo específico o el curso.
Foco PrincipalEl proceso y la mejora continua.El producto y el resultado final.
RetroalimentaciónEsencial y detallada. Orientada a que el estudiante identifique errores y mejore.Opcional y general. Usualmente, se enfoca en explicar y justificar la puntuación.
Peso en la CalificaciónBajo o nulo. Su propósito es motivar, no definir la calificación.Alto y definitorio. Constituye la mayor parte de la calificación final, dependiendo de las regulaciones institucionales.
Uso de los ResultadosInterno (docente-estudiante): Para ajustar estrategias de enseñanza y estudio.Externo (institución-terceros): Para certificar, promover y tomar decisiones.
¿Qué se Penaliza?El incumplimiento del proceso (ej. entregas tardías), no el error de aprendizaje.El error de aprendizaje (bajo desempeño), que impacta directamente en la calificación.

La Confusión Conceptual y sus Implicaciones

La confusión conceptual se manifiesta en afirmaciones como «los parciales tienen demasiados puntos» o «el enfoque por competencias elimina los exámenes». Estas perspectivas pasan por alto que la función esencial de la evaluación sumativa es, precisamente, certificar la adquisición de conocimientos y habilidades. Al otorgar un peso desproporcionado a las evaluaciones formativas, se invierten los roles de cada instrumento y se distorsiona su propósito fundamental.

La consecuencia más grave de esta distorsión es la inconsistencia pedagógica. Considérese este escenario: un plan de evaluación que permite a un estudiante aprobar una asignatura habiendo reprobado todas sus pruebas sumativas. En la práctica, se está certificando un aprendizaje no verificado, lo que constituye una falla crítica en el diseño del curso, pues invalida sus propios mecanismos de aseguramiento del aprendizaje. En otras palabras, se estarían aprobando estudiantes que no han mostrado un nivel de desempeño adecuado, ya que no han logrado superar las evaluaciones sumativas, las que se encargan de certificar el aprendizaje.

Asimismo, es necesario examinar el rol de la puntuación en las evaluaciones formativas. Si bien asignarles una calificación puede incentivar la participación o valorar aspectos como la responsabilidad, surge una contradicción fundamental: penalizar con puntos los errores en una herramienta cuyo propósito es, precisamente, facilitar el aprendizaje. El acto de restar puntos por un dominio no alcanzado es inherente a la evaluación sumativa, no a la formativa. Resulta evidente, entonces, que las evaluaciones formativas se desnaturalizan y pierden su valor pedagógico cuando su peso en la calificación final es excesivo.

Principios para un Plan de Evaluación Coherente

La construcción de un sistema de evaluación justo, transparente y que realmente fomente el aprendizaje requiere la consideración de tres principios clave: Ponderación, Frecuencia y Alineación.

  1. Principio de Ponderación: Asignar a cada evaluación su justo valor. Un pilar fundamental es asignar el peso mayoritario a la certificación del aprendizaje. Como guía general, las evaluaciones sumativas suelen constituir entre el 60% y el 80% de la calificación final. El 20-40% restante, asignado a las evaluaciones formativas, cumple una función estratégica: incentivar la participación y valorar el proceso, sin penalizar el error en la etapa de aprendizaje. Así, la calificación final refleja con fidelidad el dominio de las competencias alcanzadas.

    Este principio se refleja en las normativas de muchas instituciones. En el contexto de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), por ejemplo, los artículos 68 y 69 de su Reglamento de Rendimiento Estudiantil especifican los siguientes topes para la evaluación sumativa:

    • Las evaluaciones parciales tienen un valor máximo del 40%.
    • La evaluación final tiene un valor máximo del 40% (asignaturas teóricas) o 30% (asignaturas teórico-prácticas).
  2. Principio de Frecuencia: Ofrecer retroalimentación constante para reducir la incertidumbre. Se recomienda implementar múltiples y variadas evaluaciones formativas a lo largo del curso. Un estudiante no debería llegar a una evaluación sumativa de alto impacto sin antes haber recibido retroalimentación sobre su desempeño. Cada evaluación formativa es una oportunidad invaluable para que el estudiante comprenda los criterios con los que se le valora y corrija su rumbo en un entorno de bajo riesgo. Esta exposición constante y guiada no solo profundiza el aprendizaje, sino que también reduce la ansiedad, convirtiendo la evaluación en una rutina constructiva y no en un evento temido.

  3. Principio de Alineación: Garantizar la coherencia entre la práctica y la evaluación final. La diferencia fundamental entre ambos tipos de evaluación es su objetivo (practicar vs. certificar), no necesariamente su formato. Por ello, es crucial que el diseño de las evaluaciones formativas refleje el formato y el nivel de exigencia de las sumativas. Si la prueba final es un estudio de caso, las actividades formativas deben ser mini-estudios de caso. Esta coherencia elimina el factor sorpresa y la seria desventaja de enfrentar un formato desconocido. Así, la evaluación sumativa se convierte en la culminación lógica de un proceso de práctica deliberada, no en un obstáculo impredecible.

Referencias

  • Black, P., & Wiliam, D. (1998). Inside the Black Box: Raising Standards Through Classroom Assessment.
  • Marzano, R. J. (2006). Classroom assessment & grading that work. Association for Supervision and Curriculum Development (ASCD).
  • Wiggins, G., & McTighe, J. (2005). Understanding by Design. Association for Supervision and Curriculum Development (ASCD).

Ver también